lunes, 21 de diciembre de 2015

FELIZ NAVIDAD PELUSILLERA



Abandona los convencionalismos —llámense colonia, calcetines o flores—, y regala algo original: un libro. No uno cualquiera. Regala la ironía y el desparpajo de PELUSILLAS EN EL OMBLIGO. Ya a la venta en la librería Pynchon & Co de Alicante. Feliz Navidad pelusillera.


miércoles, 16 de diciembre de 2015

PRESENTACIÓN EN VILLAVIEJA




















Parecía que no iba a llegar nunca, pero ya está aquí la presentación oficial de PELUSILLAS EN EL OMBLIGO. Nunca me ha gustado hablar en público —por algo soy escritor—, pero me encanta conversar con la gente. Contradicciones de un lobo estepario. Si estás harto de comidas de empresa, deja plantado a tu jefe y ven a disfrutar con nosotros.



miércoles, 9 de diciembre de 2015

PELUSILLAS A CHIMO (2)

 


Hola Chimo,

Con mucha propiedad, los editores llaman cubierta a la portada de los libros. Me hace gracia el término porque la cubierta también es la banda que protege exteriormente la cámara de los neumáticos y sufre el roce con el suelo. ¿De dónde surge esta convivencia entre las ruedas y los libros? Ahora, cada vez que salgo en bicicleta me imagino que las portadas queman kilómetros.

Todo este rollo para enviarte la portada de Pelusillas en el ombligo. ¿Qué te parece el neumático? Me quedo con la pelusilla del centro, no por afán de protagonismo sino porque me recuerda a un lobo gris.

Me alegra que, aunque te haya tocado el peor curso de primaria, no pierdas el sentido del humor.

Un abrazo,
Jose

lunes, 30 de noviembre de 2015

BOOKTRAILER DE PELUSILLAS
























Ya está aquí. Ya tenemos más cerca el libro de microrrelatos Pelusillas en el ombligo. Para presentarlo al mundo, hemos decidido realizar un vídeo promocional. Lo hemos titulado «Rip». Se trata del seudónimo con el que Esther Planelles y un servidor nos presentábamos al concurso semanal Cuenta 140 que dio origen al libro. En el vídeo, Rip es un personaje singular que tiene problemas con un ratón. Le ocurrirán muchas otras peripecias que no puedo desvelar. Esperamos que os guste.




miércoles, 18 de noviembre de 2015

EL SOLITARIO EN OTOÑO
























Tengo una teoría: los libros llegan a nuestra vida cuando deben llegar, ni antes ni después. A veces, me sorprende que la acción de una novela suceda en la estación del año en que estoy leyéndola o que diga cosas de mi vida que ni yo mismo me atrevo a admitir.

Habitación sin vistas (Amazon, 2015) parece escrita para mí, hijo único nacido cuando mi madre contaba cuarenta años. Afortunadamente, las coincidencias terminan ahí y puedo disfrutar la historia que inventa Maribel Romero sin atormentarme como su protagonista.

Ignacio, un joven de treinta y cinco años, lleva cuatro encerrado en su habitación. Solo. Sin querer ver a nadie. Su madre cuida de él, pero arrastra una culpa por un hecho luctuoso del pasado. Una psiquiatra tratará de sacarlo de esa muerte en vida.

Con este feroz argumento, arranca la que posiblemente sea la novela más oscura de Maribel Romero hasta la fecha. Contribuye a esa oscuridad el personaje de Carmela Lizón. Esta madre posesiva, beata y obsesionada por el qué dirán recuerda a la tétrica señora Danvers de la película Rebeca (Alfred Hitchcock, 1940). Dice el hijo de ella: «Nunca soportó que me encariñara con nadie, fuera perro o persona. No quería a mis amigos en casa…»

Una vez planteado el nudo, Mónica Beltrán aporta luz para que la historia avance. La psiquiatra necesita averiguar la verdad a toda costa. Es el único modo de ayudar a Ignacio. Durante la lectura, he fantaseado con que está un poco enamorada de él aunque no lo haya visto nunca.

Combinando de sabia manera la primera y la tercera persona, la autora nos llevará a un final de infarto donde el ser humano revuelve las tripas. Sin embargo, Habitación sin vistas va más allá. Plantea dónde acaba el ejercicio de la paternidad. Yo creo que donde empieza la vida de nuestros hijos.


miércoles, 11 de noviembre de 2015

YO FUI A JUAN XXIII



Puede sonar a broma, pero en Alicante levantas una piedra y aparece un alumno del colegio Juan XXIII. Frente a este desproporcionado número de hijos, nadie te revela su condición de «juanveintitresero» si no hay cierta confianza. Se lleva como en secreto. He oído a gente decir sobre cualquiera con un mínimo de éxito en la vida que ha sido «uno de los pocos que ha llegado lejos». Existe, en definitiva, un complejo de inferioridad.

Pues bien, yo fui a Juan XXIII.

Lo digo ahora que no soy escritor de éxito, pero escribo lo que me da la gana. Lo digo ahora que tengo el dinero justo para vivir, sin que me falte un beso de mis hijos antes de irse a la cama. Lo digo ahora que tanto se valora lo que pareces por encima de lo que eres.

Siguiendo la estela marcada por la generación del 74, el pasado 17 de octubre se celebró un encuentro de antiguos alumnos en la plaza Magallanes de Alicante. Y, como cabía esperar, muchos desaprovecharon la oportunidad de decir que fueron a Juan XXIII.

Llegué a la plaza a eso de las diez de la noche, y al principio no vi ninguna cara conocida. Enseguida se disiparon los temores. Ahí estaban algunos compañeros del grupo B con una sonrisa —que espero no se convirtiese en maldición por lo bajo al ver a la maestra Carmen—. Me encantó saludar a amigos que no habían asistido a la comida del mes de mayo, como Pedro Abellán o José Manuel Ros.




















Mientras tomaba una caña, miré alrededor. Los hijos pequeños de mis compañeros de clase habían tomado la plaza. Jugaban como nosotros lo hubiéramos hecho de tener su edad. También observé a gente desconocida buscando con ojos ávidos a su promoción, creyendo recuperar así un trozo de infancia perdido para siempre.

Localicé, de pronto, a Sebas. Iba en el autobús de Jacinto y era lo que se dice un auténtico diablo. Recuerdo que, desde la cuna, mi madre ha comentado con auténtico cariño lo que la hizo sufrir aquel chaval.

Tuve que perseguir casi un cuarto de hora a Jose Miguel, apodado «el teacher». Todo el mundo lo reclamaba para hacerse una foto. Igual debería plantearse cobrar derechos de imagen.

Eché de menos a tanta gente que no sabría por dónde empezar. Prefiero quedarme con la alegría de que la muerte de Jesús Fuentes, el profesor de literatura, fue un bulo. Por lo visto, lo han matado ya varias veces. Y nosotros dedicándole cumplidos en el whatsapp como si fuera a subir nota.

He dicho ya que fui a Juan XXIII, un colegio donde pasé buenos y malos ratos. Ser el hijo de la profesora no te hace precisamente muy popular. Ya he echado la toalla a este respecto: la conocida es ella.


miércoles, 4 de noviembre de 2015

ATRAPA A UN ALUMNO




La voz de la adolescente sonaba débil pero tranquila a través de la puerta del ascensor averiado. No cesaba de repetir la misma cantinela: «Nunca me ha pasado algo tan fuerte». Viendo que el técnico no aparecía, la profesora se aclaró la garganta y le dictó unos ejercicios de integrales.


Más historietas en la página de Academia Nova

viernes, 30 de octubre de 2015

HALLOBLOGWEEN 2015
























LA PAZ ES ALGO MUY BONITO

Faltaba apenas una hora para la presentación. El editor llevaba en el cuerpo seis tilas, tres valium y un whisky. La asistenta de uno de los escritores le había llamado por teléfono la víspera. Según le dijo, con voz trémula, habían empezado a discutir por no sé qué de la novela que habían tardado tanto tiempo en escribir y publicar. Ella intentó mediar en la pelea, aludiendo al título de la obra —La paz es algo muy bonito—, pero los ánimos se crisparon aún más. Hizo una pausa que al editor se le antojó eterna, casi dolorosa. Una ambulancia se los había llevado. Ignoraba si vivos o muertos. Cosidos a navajazos.

En cuanto le dejaron solo con los dos cadáveres, el editor les echó una bronca monumental. Con salivazos. Luego fue a emborracharse a casa. Sin embargo, una llamada de la morgue le interrumpió. Los escritores habían regresado.

La presentación dio comienzo con bastante retraso, pues hubo que encadenar a los zombis a la silla por seguridad. Sus rostros verdosos también habían necesitado mucho maquillaje. Emitían unos sonidos quejumbrosos que ponían los pelos de punta. Babeaban de forma repugnante.

En el turno de preguntas, una periodista dijo:

—¿Habrá segunda parte de la novela?

Los zombis empezaron a sacudirse como locos y aullaban cosas ininteligibles. El libro fue un éxito póstumo.



Este relato participa en el HALLOBLOGWEEN 2015, una idea espeluznante de Teresa Cameselle.

jueves, 15 de octubre de 2015

EL PREMIO NOBEL

















El Nobel de Literatura gastó hasta el último céntimo del premio en el psiquiatra. Veía libros de sus colegas por todos los escaparates.

GANADOR del concurso Cuenta 140 de El Cultural.

jueves, 8 de octubre de 2015

EL SEÑOR (9)



















—No lo entiendo.

Tina me ha pedido que le explique a Paco la situación, pero suavizando todo lo posible. Por el salón de su casa parece que haya pasado un ciclón. El desorden es palmario. Nuria solía tener la vivienda tan impecable que ha convertido a este hombre en un drogadicto de ella. En cuanto a su aspecto físico, la cosa no pinta mejor. Barba de varios días, manchurrones de comida en la camisa, olor a alcohol en el aliento.

Le he dicho —intentando sonar convincente— que las chicas han decidido tomarse unas vacaciones porque a Tina le ha tocado un pellizco en la lotería.

—No lo entiendo —ha repetido—. Uno se pasa la vida trabajando como un burro para que, al mínimo descuido, se larguen por ahí a gastarse un dinero que también es nuestro.

—Bueno…

—Quería decir tuyo, perdona.

Le pongo la mano en el hombro, tratando de infundirle los ánimos que he perdido. Tina ha fracasado en el intento de convertirme en humo, de lo cual se deduce que los tíos lo tenemos chungo para ser invisibles. Quizá me pesan demasiado las pelotas.

—Las dos han prometido —afirmo inspirado— que, a la vuelta, nos invitan a un restaurante caro.

—¿Y dónde han ido? —se interesa súbitamente.

—Marruecos.

Pide que me quede un rato y vemos la tele. No puedo negarle un poco de compañía. Al cabo de un instante, posa su cabeza en mi hombro y se abraza. El cabrón duerme como un niño.

jueves, 1 de octubre de 2015

ENTREVISTA PARA ALQUIBLA




El último fin de semana de septiembre me hicieron una entrevista para la página cultural Alquibla —palabra que significa «muro de la mezquita o punto del horizonte orientado hacia La Meca, de cara al cual los musulmanes se sitúan para rezar»—. La pilota con mano firme la alicantina y licenciada en historia Eva María Galán Sempere. Hay que reconocer que en esta bitácora no faltan, además de entrevistas, reseñas de libros ni paseos por archivos municipales y bibliotecas. Los amantes de las letras se sentirán como en casa.

viernes, 25 de septiembre de 2015

PELUSILLAS A CHIMO



















Hola Chimo,

¡¡¡Las galeradas de Pelusillas en el ombligo ya son historia!!! Te explico un poco el término, por si no lo tienes muy claro. Es el cuerpo del libro antes de ir a imprenta. En resumen, lo que la gente va a leer.

Siento una gran responsabilidad cada vez que me enfrento a las pruebas de un libro. No existe la escritura perfecta, lo sé, pero la cercanía del lector da vértigo. Es como estar a punto de saltar al vacío sin red.

Entenderás mi alivio al haber acabado con el embarazoso trámite. Ahora le toca el turno a la portada, la cara del hijo.

¿Y tú? ¿Qué tal las clases?

Un abrazo,
Jose

miércoles, 16 de septiembre de 2015

DUARTE


El otoño es una estación controvertida. Los chavales de mi academia la odian miserablemente. En cambio, tengo amigos que florecen cuando llegan las primeras lluvias.

Se podría decir que el inspector de policía Daniel Duarte pertenece al segundo grupo. En otoño se jubila y está deseándolo. Le queda exactamente una semana. De ahí, el título de la novela de José Payá Beltrán: La última semana del inspector Duarte (Click ediciones, 2015).

Esos cinco días serán complicados para él y emocionantes para nosotros, los lectores, pues estarán repletos de casos. La desaparición de la adolescente Mónica Navarro es el misterio central de la novela. Engarzados como rubíes aparecen otros enigmas no menos sugerentes. Pero quizá el aspecto más novedoso del libro consiste en que, previo al desenlace de cada aventura, el escritor lanza un desafío al lector atento para se adelante al inspector Duarte.

No cabe duda de que —mediante el lenguaje pulcro y exacto que le caracteriza— José Payá Beltrán ha construido un personaje profundamente humano. Así, por ejemplo, se comporta de un modo tan racional que le perdonamos que sea un violador contumaz de las leyes antitabaco. En este sentido, recuerda vagamente la debilidad de Holmes por la cocaína y se acerca más al impertérrito padre Brown de Chesterton.

El Watson de Duarte se llama Crespo, un joven policía que le da la réplica en las investigaciones. Pese a su probada inteligencia, al tipo no le gusta leer. Sin embargo, el viejo despertará su curiosidad utilizando un método que parece sacado de Harry el Sucio. De hecho, toda la novela es una cruel invitación a la lectura.

El género policiaco, quizá para rebajar la carga dramática, siempre destila alguna hebra de ironía. Por eso, en la urbanización Las Malvas se comete un asesinato. Y uno de sus presuntos brazos ejecutores se llama Consuelo.

Desconozco si José Payá Beltrán tiene previsto escribir más aventuras de Duarte. Espero que, si no le convence esta reseña, sus alumnos le persuadan.


martes, 8 de septiembre de 2015

INDEPENDENCIA

















Por enésima vez, Marc tironeaba de la camiseta de su hermano mayor mientras este trataba de preparar las clases de matemáticas que impartía a domicilio. «Vale, tú ganas —dijo zanjando el asunto—, si Cataluña se independiza de España te dejo mi habitación.»


miércoles, 26 de agosto de 2015

LOBO EN BILBAO (y II)



















Amanecí con una sensación casi culpable de libertad. Habíamos preferido conservar el día libre en lugar de hacer una excursión opcional por el País Vasco francés. Tras el desayuno, donde no faltó el tan temido zumo de naranja, caminamos hasta la boca de metro que nos llevaría de vuelta al Guggenheim.

El museo no defrauda a quien acude con espíritu abierto. La primera planta alberga una exposición escultórica de Richard Serra. Son gigantes esferoidales que se pueden visitar. Tuve la sensación de pasear por un intestino. La segunda planta, dedicada al polifacético Jeff Koons, me produjo sentimientos encontrados. ¿Cuál es la línea que separa al genio del loco? Por ejemplo, suena a cachondeo que la obra «Gato tendido» represente la crucifixión. En el último piso, reservado al pintor neoyorquino Basquiat, mi madre se expresó de la siguiente manera: «Mi nieta pinta mejor».

Una sorpresa esperaba en el hotel. El camarero, al saber que éramos los únicos del grupo que comíamos allí aquel día, nos dio carta blanca para elegir. Fue un banquete.
















Por la tarde, cogimos de nuevo el metro. Habíamos quedado con Mari Carmen y Alicia en Portugalete. Ambas son amigas por internet y lectoras de mis relatos. Después de tantos kilómetros y mensajes, nos fundimos en un abrazo sin palabras. Parecía un sueño hecho realidad. Alicia me tocaba —con permiso de mi mujer— como si no creyera lo que veía. Mari Carmen semejaba un hada con su vestido blanco.

Bajamos al paseo marítimo contándonos mil cosas. Pronto se unió al grupo Pedro de Andrés. Alicia ocultaba un as en la manga: la visita a un antiguo barco pesquero. Aquel mastodonte de madera hablaba por sí solo de la dura vida en la mar. La tarde extendía su sombra, tanto que me puse la chaqueta. Me la quité en el sol. Tan imprevisible como el tiempo, apareció Aster Navas. Un auténtico gentleman.

Alicia se despidió asegurando que soy menos crápula de lo que aparento. Lo que ella ignora es que, de regreso al hotel, aún estuvimos de juerga con Luis y Sonia, la pareja joven del grupo. Echo de menos nuestras interminables charlas en el bar.





El resto del itinerario, el tiempo nos regaló días grises. Mientras escribo estas líneas, añoro los dieciocho grados de la playa de la Concha, en San Sebastián. En el Santuario de Arantzazu, parecía un auténtico vasco con chaqueta y pañuelo al cuello. Me impresionaron las torres de la iglesia, que imitan los espinos, así como la fila de catorce apóstoles de la fachada. Ni lo uno ni lo otro fue aceptado por el Vaticano durante años. Mi madre olvidó en la tienda de recuerdos una bolsa con el móvil, las gafas de sol y el abanico. Al cabo de varias semanas, recibimos un paquete certificado de Rakel Mugika Urien, la dependienta, con este inolvidable mensaje aclaratorio: «Se lo dejó en el baño».

No hay viaje que se precie donde no haya algún extravío, pero importa más lo que aprendes que lo que dejas atrás. Me gusta el carácter vasco: tan pronto testarudo como bromista. Poco efusivo pero siempre dispuesto a echar una mano. A las siete de la mañana, partimos rumbo a Alicante. Escuché toda la música que llevaba: Marlango, Los ilegales y Fuel fandango (una sugerencia de Laura Frost).

Desde que regresé, he ensayado con la perra. Me mira como si hubiera enloquecido. Nada me quita el acento vasco.

miércoles, 19 de agosto de 2015

LOBO EN BILBAO (I)



No soy demasiado amigo de viajes organizados, pero ¿hay algo más bonito que contradecirse? Además, mis padres ya no están para coronar el Aconcagua. Fue fácil convencerles del aire acondicionado natural que posee el País Vasco.

Salvado el primer escollo, el siguiente no se hizo esperar: salíamos a las cuatro y media de la madrugada. Mi mujer y yo ni siquiera nos acostamos, pues hasta esa hora solemos aguantar algunos fines de semana.

El autobús llegó puntual a la estación. Entretanto, un mendigo nos había sacado unas monedas con la historia de siempre. Una vez montado en el vehículo, saqué una pequeña almohada de viaje. Dormí a trompicones. A la hora, paramos veinte minutos en un bar de carretera. Luego recogimos viajeros. Tomamos café. Volvimos a recoger gente. El sueño y la vigilia se mezclaban de forma extraña. Creí ver a mi padre comer una torrija y luego un Miguelito. Probablemente soñaba.

Cambiamos de autocar en Madrid y seguimos dirección Burgos. Hacia las seis de la tarde, nos detuvimos en una estación de servicio. Faltaba poco para el hotel. Cuando salimos de allí, el cielo se oscureció. Grises nubarrones amenazaban tormenta. Mi primera imagen de Bilbao fueron sus tejados húmedos bajo ese cielo plomizo.







El hotel Naval se enclava en el municipio de Sestao junto a unos astilleros. La ventana de nuestra habitación daba a los mismos y un enorme barco en construcción sobresalía entre las naves. No tardaría en cruzarme con obreros comiendo o cenando en la cafetería del vestíbulo.

Mi mujer propuso salir a explorar antes de la cena. De paso, podríamos localizar una boca de metro. Pasado mañana teníamos el día libre y el hotel se halla a doce kilómetros de Bilbao. Dos señoras, con ganas de ayudar, nos indicaron el camino. Debíamos de oler a turistas a kilómetros.

Al día siguiente, desperté con hambre de lobo. Desayunando, pude observar a mis anchas al grupo de viajeros que el azar había reunido. Hordas de jubilados. Una pareja joven. Ningún crío.

Nuestro primer destino fue la playa de Getxo. No me entusiasmó porque soy hombre de costa. Tampoco me pasó por alto la habilidad de nuestra guía acompañante para darse a la fuga, tras una explicación muy pobre sobre el lugar. Esta tónica duró todo el viaje.





Esa misma mañana, cruzamos a Portugalete en el puente transbordador que atraviesa la ría. La publicidad de la agencia decía literalmente que lo haríamos en barca. Pese a la majestuosidad del Puente de Vizcaya, hubiera dado cualquier cosa por navegar. 

Trepando por callejones empedrados, cediendo a cómodas escaleras mecánicas, imaginé que en cualquier momento tropezaría con Alicia y Mari Carmen, las amigas de La Nieve. Entonces les habría dicho que viven en una ciudad que conjuga perfectamente lo moderno y lo antiguo.

 
Como la noche de nuestra llegada había hecho algo de frío, el tiempo libre lo dedicamos a comprar unos pañuelos para el cuello. Mi mujer me regaló una taza para tomar el té. Colecciono una de cada viaje.





Pasé la tarde deseando huir por las calles de Bilbao mientras una excelente guía local desgranaba su historia. La joven iba de negro, como si quisiera aprovechar los rayos de sol al máximo. Dos obras dejan boquiabierto al viajero en el exterior del Guggenheim. Me refiero al Puppy, un perro gigante de flores, y a la araña, también enorme. Esta última representa las dos caras del amor materno, que protege y ahoga a la vez. Sentí una identificación difícil de comprender para quien no sea hijo único.

Acabamos nuestro recorrido frente a una imagen en miniatura de la Virgen de Begoña, conocida en Bilbao como la Amatxu. Curiosamente, no adorna la pared de ninguna iglesia, sino el exterior de un restaurante. Para colmo, la madre de Dios lleva en la mano un vaso de chiquito. No en vano es la patrona de los chiquiteros.
 
Aquello era una invitación bastante obvia a tomar un pincho en cualquier bar. Así lo hicimos.

miércoles, 12 de agosto de 2015

MADAME RUTH




Llevamos más de dos horas encerrados en un ascensor, sin saber qué ocurre fuera, por qué nadie responde.

Al principio, mantuvimos una prudente distancia. Ahora no solo nos tuteamos, sino que hemos escuchado con atención la historia del otro. Ella, la mujer de ojos verdes, ha admitido el calvario de infidelidades que soportó durante más de diez años. Yo, mis flirteos con la botella para superar las calabazas de una compañera de trabajo. «He llegado a pedir ayuda a una bruja para que realice un filtro de amor», comento avergonzado. «Yo también he acudido a Madame Ruth para que le salgan almorranas», bromea ella. La risa da paso al asombro. Le pido que repita ese nombre. Madame Ruth. Resulta una curiosa coincidencia ser clientes de la misma mujer, pero no le concedo mayor importancia.

Después de cuatro horas, tengo la boca seca como el esparto y los puños doloridos de tantos golpes. Nada. El mundo parece haberse olvidado de nuestra existencia. «Creo que ya sé de qué va este rollo. La bruja. Dame un beso en los labios», urge ella. Unos ojos así de irresistibles, una boca tan insinuante… El operario dice ¡ah! y nosotros, ¡oh!


Incluido en la antología Ojos verdes.


miércoles, 5 de agosto de 2015

VUELTA




He estado el último mes alejado de la vida virtual, alejado incluso de mí mismo, perdido en esa nube inigualable que constituye el paraíso de los solitarios.

Imagino que ustedes esperan al otro lado alguna noticia o un nuevo cuento. Da igual que sean hombres, mujeres, niños o caballos. Intentaré, ante todo, que no se aburran.

En lo que llevamos de año, los microrrelatos «Estrella» y «Madame Ruth» han sido escogidos para las antologías El placer manda (Letras con Arte) y Ojos verdes. Ambos son textos picantes. ¿Me estaré volviendo un viejo verde? Además, el portal Alicante opinión se ha hecho eco del artículo «Juan XXIII Resurrection», publicándolo en su página. Más de cuatrocientas visitas en este blog lo avalan.

Este otoño, cuando el infierno refresque, editorial Lastura publicará Pelusillas en el ombligo. Más vale que se vayan preparando para cuentos en miniatura, para tapear a lo grande, para un libro a dos voces que cuando termina vuelve a empezar.



miércoles, 1 de julio de 2015

RELAX
















Hay gente que se relaja resolviendo crucigramas. Otra acude al cine a ver la séptima parte de Terminator. Los más sibaritas exploran los orificios de la nariz como si fuera una tierra virgen. Y, por supuesto, están los legionarios de la playa, que cifran su placer en un consumo bulímico de literatura bajo la sombrilla de turno.

Nadie parece librarse del relax en verano, concebido como un no parar de hacer cosas para evitar la sensación de perder el tiempo.

En mi opinión, el auténtico descanso consiste en aburrirse como una ostra, en no hacer nada de particular. Que me dejen encontrarme conmigo mismo, entablar un diálogo con, en palabras de Eloy Tizón, «ese alguien interior con el que tenemos nuestras más lúcidas conversaciones solitarias —le damos la razón, se la quitamos— y moriremos sin verlo».

Este blog hace un paréntesis estival. Entretanto, un servidor viajará unos días a Bilbao para cumplir con el ritual de las vacaciones y probar alguna tapa que otra. Espero que Mari Carmen Azcona y Alicia Uriarte me guíen. Hasta la vista, mirones.



jueves, 25 de junio de 2015

CUANDO AÚN ESCRIBÍA A BOLI


















Como muchos de vosotros, yo empecé escribiendo a bolígrafo e incluso a lápiz. Recuerdo que, mientras mis padres veían la televisión, yo componía poemas en una libreta. Recuerdo incluso el nombre de aquel primer libro de versos que nunca llegaría a publicar y que destruí completamente. No en vano eran bastante pueriles.

Escribí poesía durante el instituto y la universidad, como vía de escape a un mundo en el que no encajaba. Era tímido, solitario y no me gustaban demasiado las normas. Probablemente aún soy así.

Hubo un momento en que decidí que la poesía no era lo mío. Supongo que porque necesitaba escribir una historia real y no sentimental, algo que comprendiera todo el mundo, algo no sujeto a la interpretación subjetiva como un cuadro abstracto. Necesitaba, al fin y al cabo, comunicarme.

Ya no puede hacerme ningún mal dejaros leer uno de aquellos poemas guardados en una carpeta. Les tengo el afecto justo. Embriones de lo que pudo haber sido y no fue.



Camarada, la nieve
finge hermosura.
¡Sal de tu cósmica
burbuja de nácar!

El silencio de sus besos,
el girar de las palmeras
en los huracanes,
son libido.

Camarada, el hielo
rojo se hacina,
genera una luna
enigmática y triste.

La quimera,
una bola de nieve
monstruosa
en el mentón de la primavera.

Y flores, flores, flores famélicas
encerradas
en torres, torres, torres desoladas.

Camarada, un sol
anaranjado me ha poseído,
¡qué miedo ruge entre los dos,
filigranas, escondidos!


jueves, 18 de junio de 2015

FUEGO


















Cuando le preguntaron al pirómano por qué había quemado la Hoguera del Ayuntamiento en un descuido de seguridad, se limitó a responder con un encogimiento de hombros: «Ya no quedan bosques en Alicante que reducir a cenizas». Ese año, la gente recuperó la costumbre de sacar los muebles viejos a la calle para prenderles fuego.

¡¡¡FELICES HOGUERAS 2015!!!




miércoles, 10 de junio de 2015

CIRCO
























En pleno año electoral, donde hasta las piedras hablan de política, huir de la realidad mediante la lectura apetece un montón. Sin embargo, leer a José Ángel Ordiz no te ofrecerá ese chute que tanto anhelas de fantasía. No es Laura Gallego, vaya. Por el contrario, llegarás a la nada agradable conclusión de que el ser humano es corrupto por naturaleza y tiende al mal. Quizá ya lo sospechabas después de oír las noticias.

En su última novela, Circo (Liber Factory, 2015), tendrás más de un ejemplo para mirar a tus semejantes con una nueva dosis de recelo. Puede que detrás de esa ancianita simpática que cruza la calle se esconda una asesina implacable. Tal vez ese circo que llega a tu ciudad y se asienta en cualquier descampado no resulta tan amable ni tan bonito como parece. Ordiz nos revela su trastienda, las sombras que se ocultan tras la luz de los focos y el maquillaje de los payasos.

Caramuerto, uno de los miembros, encuentra colgado en su caravana al enano Marcial. Este antiguo payaso ganó un buen pellizco en la lotería, pero la morriña por la vida circense le hizo regresar junto a sus compañeros. Desde entonces, financia el circo al tiempo que no disimula su adicción a las drogas ni su atracción por las niñas. Cualquiera puede haber asesinado a un personaje tan abyecto como atractivo. Pero nadie habla, porque todos ocultan algo de lo que avergonzarse. Gustavo Vidal, el director, que la sobrina le «incendiaba el sexo». Hugo, el lanzador de puñales, el vicio del juego. Serena, su mujer, la falta de valor para abandonarle.

El estilo de Ordiz —puro nervio de oraciones breves, concisas, de diálogos lacónicos— es seco, abrupto como el escenario donde se desarrolla la novela: «… la población costera lamida y roída por el Cantábrico». La obra sigue el orden lógico de una función: presentación, actuaciones y despedida. El autor no usa capítulos sino asteriscos para separar los fragmentos, algunos de apenas media página.

Habría que estar loco para no admirar en Circo que nada sobra, nada falta. Que menos es más. Que es literatura sin concesiones, sin pelos en la lengua, sin tapujos. La recorre de cabo a rabo un pesimismo hacia el género humano que esconde un gran amor por la humanidad: «Tantos que beben para olvidar y tú lo recuerdas todo cuando bebes».

miércoles, 3 de junio de 2015

NADA














El chaval entró al aula con el ceño fruncido, se sentó y puso cara de esperar que el tiempo pasara rápido.
—¿Qué tienes para hoy? —pregunté.
—Nada.
Adoptando un tono profesional, comencé la explicación del tema: «En el principio, no había nada sino Dios…». En ese preciso instante, de forma casi milagrosa, el alumno recordó unos deberes que le habían mandado en el colegio.



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miércoles, 27 de mayo de 2015

JUAN XXIII RESURRECTION

¿Quién no se ha hecho el sueco alguna vez ante la perspectiva de tener que saludar a un viejo conocido? Estos ocasionales olvidos, no se sabe muy bien por qué, abundan entre antiguos compañeros de colegio. Las redes sociales han contribuido a relacionar a quienes no pensaban volver a verse ni en pintura. Este es mi relato para quienes no pudieron o no se atrevieron a desempolvar telarañas.

Un día me topé en facebook con Alfonso López, que curiosamente se llama igual que mi hijo. Estudiamos juntos en el colegio Juan XXIII —en la actualidad Pedro Herrero—. Hubo un amago de tomar café, pero la cosa quedó en el aire. Al cabo del tiempo, coincidí con otros compañeros, y la intención inicial se transformó en una quedada.

Alfonso López y Óscar Crespillo, de forma completamente altruista, se echaron a la espalda la responsabilidad de organizar todo el tinglado. En primer lugar, eligieron una fecha: el 9 de mayo de 2015. Luego montaron un grupo de whatsapp para que todo el mundo se pusiera al día.

A lo largo de varias semanas, intercambiamos mensajes unos con otros para completar el rompecabezas de los recuerdos, tan caprichoso que ilumina solo lo que le conviene. Hubo un instante de tensión por culpa de la dichosa política que estuvo a punto de desbaratar los planes. Estoy seguro de que muchos contuvimos el aliento, como en una repetición del 23F. Por fortuna, se impuso el sentido común. También hubo un compañero que ingresó en el hospital. Fue un placer saludarle en la quedada.

Supe que faltaba poco para la cita cuando la chaqueta de invierno dio paso a la camiseta de manga corta. Típico de Alicante. Óscar Crespillo, que asegura que no obtuvo comisión, hizo una reserva para comer en el restaurante Los Faroles. La gente empezó a confirmar quién asistiría.



La víspera hubo quien confesó estar nervioso. Yo lo estaba. Hacía más de veinticinco años que no veía a mis compañeros de colegio. Pero la emoción dominaba sobre el resto de sentimientos.

El primer mensaje que leí el 9 de mayo fue el de Fernando Paterna, que invitaba a los residentes en el barrio de Carolinas a bajar juntos hasta la Plaza de las Flores. Allí nos habíamos citado para romper el hielo con una birra helada.

Ese sábado, la conocida Plaza del Mercado Central era un hervidero de gente celebrando el tardeo. Sin embargo, entre aquella multitud no resultó difícil localizar al grupo del 74. Solo teníamos que buscar las canas. Los primeros segundos de apretones de manos, abrazos y besos no se pueden expresar con palabras. Hay que vivirlos. Alguien me pasó una cerveza. No tardamos en hablar a gritos como si estuviéramos a la puerta del colegio. Una tamborada rompía los tímpanos.

Algunas chicas vinieron después, provocando un revuelo de admiración a su paso. Mientras aparecían, habíamos ocupado la mesa reservada en el restaurante. Me tocó junto a Vicente Lillo, el fotógrafo del grupo. A su lado se sentaba Alberto Alonso, que decidió incorporarse a última hora. A mi izquierda se colocaron los organizadores.

Para ser franco, la comida me pareció escasa. Curiosamente, nunca me había importado tan poco. Los recuerdos nos tenían tan embelesados que apenas hacíamos otra cosa que beber y hablar. Se mencionó la bofetada de don Antonio a cierto compañero que solo le preguntaba si se había hecho daño al caerse de la tarima. Otros profesores nos marcaron de una forma menos bestia, como José Catalá, Antogonza o Jose Miguel Rodríguez.



Tras los cafés, llegaron inevitablemente las primeras despedidas. El resto fuimos a tomar una copa al barrio. Allí me senté con otra gente y vuelta a empezar. Charlé con Toni, la pareja de Eva Ponce. Tienen un campo donde a veces organizan fiestas.

La segunda copa reunió a un grupo ya bastante mermado de supervivientes. Comentábamos alegres lo bien que había salido todo. Creo que las claves fueron respeto y ganas de disfrutar.

Me despedí de mis compañeros con una sonrisa en los labios. No fui de los primeros ni de los últimos en irse. Los más valientes se quedaron hasta las tantas de la noche.

Ha habido en esta experiencia una especie de catarsis, gracias a la cual me he librado de muchos complejos. Siempre fui el raro de clase, y en cierto modo lo sigo siendo. Qué importa. Digan lo que digan, la amistad de la infancia dura para siempre.



miércoles, 20 de mayo de 2015

FESTÍN FAMILIAR



















     Aunque parezca una locura, no tengo pudor en afirmar que deseo fervientemente la llegada de las comidas familiares. Ya sé que la mayoría de mujeres de mi edad odia cocinar para tanta gente, pero a mí me encanta diseñar el menú, llevarlo a cabo, servirlo y observar las reacciones de los invitados. En especial la de mi prima Alicia. Llevo enamorada de ella desde los catorce años.
     No recuerdo bien la fiesta que reunía a toda la familia, pero sí a la perfección el aburrimiento pintado en el rostro de mi prima mientras jugábamos nuestra tercera partida de parchís. Nos habían dejado tiradas en la alfombra de su cuarto. Mi cara también debía ser un poema porque Alicia dijo algo que no se me olvidará jamás: «Les estaría bien empleado si desapareciéramos ahora mismo». Como éramos pequeñas, optamos por escondernos en un armario durante un rato. Las horas pasaron igual de lentas que antes. Se oían conversaciones y risas amortiguadas por la madera. Aún sueño en noches de verano con lo que selló mis labios. Era un beso húmedo. Nadie me besaría jamás así, ni siquiera mi marido. La oscuridad hizo el resto. Desató una mezcla de olores y sabores que, aquella primera vez, dejó satisfecha solo la necesidad de cariño.
     En las siguientes reuniones del clan de los Martínez fuimos cada vez más precisas y menos cautas. De hecho, nos excitaba dejar la puerta entreabierta o emitir gemidos glotones. Nadie se acercó nunca por allí a ver qué pasaba. En una ocasión, cogí un tarro de miel de la nevera y unté los pezones de mi prima. Tuve que taparle la boca para que no acudieran los bomberos. Yo misma apagué el incendio que quemaba entre sus muslos. Sin embargo, lo debí avivar, porque aún espera con impaciencia esos dos o tres encuentros que tenemos al año. Mientras nuestros maridos, padres e hijos beben y beben como los peces en el río, nosotras corremos a poner el lavaplatos o a limpiar la encimera. Se tragan cualquier excusa con tal de librarse del trabajo sucio.
     Si alguna madre o hija se entromete, recurrimos al vil pretexto de que las primas quieren ponerse al día, contarse sus cosas, arreglar el mundo. A nadie le extraña porque siempre nos hemos querido mucho. Lo que no sospechan es de qué manera.

miércoles, 13 de mayo de 2015

DIRECTO AL CORAZÓN
























La magia no se enseña. Tienes que aprenderla solo.

No sé por qué me gusta tanto esta frase. Quizá veo en ella al escritor sentado horas y horas con la única compañía de su fe inquebrantable en forjar historias. Pertenece a El último truco de magia (Edebé, 2015), otra novela juvenil de Maribel Romero Soler que tus padres te robarán a escondidas.

El comienzo es un poco triste. Olivier, un mago en horas bajas, intenta amenizar un cumpleaños con algunos de sus trucos, pero sufre las burlas crueles de los niños. Para colmo de males, la paloma se le muere dentro de la chistera. Esto convence al mago de que debe retirarse a un asilo, pero antes visita el museo. Allí decide demostrarse a sí mismo que aún vale. Al mismo tiempo, una muchacha aparece en una playa de Valencia. Viste un traje blanco largo hasta los pies y no recuerda ni siquiera su nombre. Pronto se hace amiga de Nuria y Tristán, dos adolescentes que se han fugado del instituto. Mientras la joven recupera la memoria, la llaman Paloma.

Una de las características más llamativas de la obra juvenil de Maribel Romero es que no tiene edad. De hecho, aunque El último truco de magia está recomendada para chavales de segundo de secundaria, cualquier aficionado a la lectura la disfrutará igualmente. Me recuerda a las películas de dibujos actuales, llenas de guiños hacia los adultos. Por ejemplo, esta indirecta sobre la corrupción política: «—¡Qué barbaridad! —exclamó el taxista—. Cada día los ladrones son más sofisticados. Si los políticos fueran así de eficientes, nos irían mejor las cosas».

El gran reto de cualquier escritor consiste en elaborar personajes creíbles. Para lograrlo, emplea trucos como describirlos o que se expresen de una determinada manera. En este sentido, Tristán y Nuria parece que van a salirse del papel de lo auténticos que son. De hecho, la chica lleva tres piercings, cuatro tatuajes, el pelo rojo y las uñas negras. Nada raro en un adolescente de hoy.

Entre los valores que desprende esta novela, aparte de una sana diversión, quisiera destacar uno que me parece fundamental: el trabajo en equipo. Al principio de esta reseña hablaba de la soledad del escritor, pero una historia no estará acabada del todo hasta que un lector de confianza no le dé el visto bueno. Solo me queda añadir que El último truco de magia me ha tenido más picado que las pipas, que he sufrido y reído con sus personajes, que es literatura de calidad directa al corazón.


miércoles, 6 de mayo de 2015

LOS ABANDONADOS



















Paseando una mañana, encuentro un montón de literatura en una vieja maleta. Está rota y tirada en la calle. «Alguien debe de haber organizado una orgía de liberar libros», pienso. Empiezo a revisarlos con la intención de llevarme alguno a casa. Al final, con ayuda de mis hijos, nos los llevamos todos. Un vecino sale apresuradamente de un portal, chocamos y varios libros que transporta en una bolsa de basura caen al suelo, entre ellos una edición preciosa de la Biblia. Juraría que el tipo enrojece de vergüenza mientras farfulla una disculpa. «Yo también sé lo que es vivir frente a una iglesia», digo ayudándole a recogerlos.

miércoles, 29 de abril de 2015

EL SEÑOR (8)














Pedro, mi marido, se ha quedado con cara de gilipollas. No encuentro un término mejor para describirlo.

En cuanto ha entrado por la puerta, Nuria ha pretendido dejarnos a solas para que hablásemos. Sin embargo, yo he preferido que esté presente. Pedro se ha pensado lo peor, pero le he tranquilizado al respecto con una caricia en la mejilla.

Me ha mirado sin comprender nada cuando he llenado un vaso hasta arriba y, a continuación, le he pedido que se lo bebiera.

—Es whisky. Sabes que no bebo —ha dicho.

—Bebes o no hay historia —ha afirmado tajante Nuria.

He comenzado por el principio: el trabajo en casa del señor y las extrañas visitas nocturnas. Luego he explicado de la mejor manera posible el raro poder que me ha transmitido el anciano aristócrata, y la posibilidad que tengo de convertir a otros en invisibles. En este momento, Pedro ha soltado una risotada. Al cabo de un instante, ha añadido:

—Mira, no me cuentes milongas. Soy tu marido. Estoy preparado para lo que sea: te has metido en una secta, sois lesbianas, un tumor. Lo que sea.

Me he sentado en sus rodillas y, tras posar un beso en sus labios, le he arrancado un botón de la chaqueta. Pedro se ha puesto de pie y ha empezado a buscarme frenéticamente. Luego ha zarandeado a Nuria para que le dijera dónde me había escondido. Finalmente, ha gritado mi nombre.

—Calla. Me vas a dejar sorda —le reprocho quedamente—. Además, me has tirado al levantarte con tanta brusquedad.

—Coño, Tina, es que te has vuelto invisible de verdad.

Con hilo y aguja, mi amiga acaba de coser el botón. Pedro toca mi cuerpo como si me viera por primera vez.

viernes, 17 de abril de 2015

EN LA RADIO
















El pasado 14 de abril, día en el que curiosamente se conmemora la Segunda República, fui entrevistado en la radio.

La entrevista se realizó de forma distendida —casi no me di cuenta de que era mi primera vez— en el programa Utopía Bohemia de Radio Mutant, la emisora libre de Alicante. Semanas atrás, se había puesto en contacto conmigo Ángel Gas, que junto a Samuel Manzanas pilotan este espacio radiofónico de corte cultural.


Ángel tuvo la gentileza de tomar un café previo a la grabación del programa. En una cafetería del centro de Alicante, hablamos de poesía y relatos. Coincidimos en que ambos géneros cuentan una historia en pocas palabras. La poesía, sentimental. El relato, mundana.

No es cuestión de contarles la entrevista. Será mejor que la escuchen (dura hasta el apagón). Baste decir que repasé mi breve trayectoria, hablé de mi nuevo libro y, lo más importante, me sentí en todo momento entre amigos.




miércoles, 1 de abril de 2015

YA




El hombre ocupado le dijo a la muerte: si has de llevarme que sea ya.




Hasta pronto, mirones.
Felices fiestas.

miércoles, 25 de marzo de 2015

PELUSILLAS




Juro que no había leído a Eduardo Berti cuando le propuse a Esther Planelles escribir PELUSILLAS EN EL OMBLIGO. Hace poco, encontré en un libro del argentino esta hermosa greguería: «Lo peor de la pelusa es que nos atasca la hélice del ombligo». Casualidad o no, puse el grito en el cielo. Y yo que me creía el más original.

Cierta sensación de deja vu me ha acompañado hasta hoy. Podría haber elegido el camino esperado de iniciar una novela, como aconseja el sentido común, pero escogí aquello que realmente me apetecía. Me dediqué a los montaditos literarios. Ya lo intentaba, con más pena que gloria, en un concurso semanal de microrrelatos cuyo nombre no importa. Esther empezó a intentarlo conmigo y, de pronto, éramos adictos a los 140 caracteres. Los jueces nos dieron pocas alegrías, pero alimentaron nuestras ganas de superación.


Luego, en plena crisis económica, la cafetería Suquia ofrecía refugio toda la mañana por un par de euros. Allí creció Pelusillas en el ombligo. Para seleccionar unos cuentos-tapa apetitosos, teníamos en mente a cualquiera del barrio leyéndolos en el autobús o el metro.

El manuscrito quiso trabajar en librerías y le escribimos una carta de recomendación, que afortunadamente cayó en manos de Lastura. Esta joven editorial, pilotada por Lidia López Miguel, aboga por publicar libros a un precio justo. Una sabia manera de lograr que la cultura, de una vez por todas, llegue a la gente.

En una ocasión, me dijo Esther Planelles que «somos el haz y el envés de la misma página». Ella más poética, yo más visceral. Yo en la nubes, ella en la tormenta. Pelusillas en el ombligo verá la luz este otoño. Empieza la cuenta atrás para que ustedes disfruten del picoteo.




miércoles, 18 de marzo de 2015

ENTRE NOSOTROS
























No hay nada como un cuento de terror a la luz de una buena fogata. Así comienza el filme La niebla (John Carpenter, 1980). Un viejo marinero relata a unos niños la historia de un barco que se estrella contra las rocas y se hunde con toda su tripulación. La leyenda dice que, cuando la niebla regrese, los muertos buscarán la hoguera que les hizo encontrar tan trágico destino.
            
Admito que no tengo el don de escribir un buen cuento de miedo. Sin embargo, Charo Cortés posee esa mirada, llamémosla retorcida, que consigue provocar una inquietud creciente en el lector. Lo demuestra en También hay caballos blancos (Chiado, 2014), su primer libro.
            
Su aproximación al género que inmortalizara Poe se produce desde el prisma de lo cotidiano. Su lema consiste en que el verdadero horror se halla entre nosotros. En este sentido, no esperen vampiros, fantasmas ni hombres lobo. Un pueblo, una clase de spinning, una cárcel o una balsa a la deriva son algunos de los escenarios donde arrancan sus historias. En algún momento de la narración, la autora desliza lo insólito como una mano etérea que te roza el pelo. Cuando miramos por encima del hombro, la trama ya nos ha enganchado irremisiblemente. Lo imposible se vuelve posible con la naturalidad de un mago sacando un conejo de la chistera. Dejas la realidad a un lado y te sumerges en la fantasía. Quizá el ejemplo más paradigmático sea «Rosa», donde nos convence de que un hombre se puede enamorar de una vaca hasta el punto de olvidarse de todo lo demás, incluida su novia. Hay muchos otros, como «Lo que mejor sé hacer», la historia más erótica que he leído jamás. Ya nunca podré pensar en un masaje tántrico con inocencia.
            
El secreto mejor guardado de los cuentos de Charo Cortés son los finales. Algunos cortan la respiración, como el de «Luna llena», donde los animales herbívoros se rebelan contra los grandes depredadores. Otros sirven una venganza en plato frío para todos los gusanos «con gusanitos entre las piernas».
            
Sería difícil no alabar estos relatos por su brevedad, la diversión que proporcionan, su estilo sencillo de frases cortas donde abunda la conjunción copulativa. Pero es mi deber avisar a la autora de una ejecución algo descuidada, para que evite en el futuro las rimas en el lenguaje y puntúe con mayor precisión.
            
La inquietud no es el único sentimiento que generan los relatos de Charo Cortés. En «El bebé», que cierra el volumen, el personaje nos llena de escalofriante ternura al confesar: «Eres la primera persona a la que le cuento esto». Les voy a confesar también algo: por un instante he llegado a creer que También hay caballos blancos.

miércoles, 11 de marzo de 2015

EL SEÑOR (7)
















Oigo pasos en el piso. Estoy lavándome el pelo en el baño y me asomo al pasillo a ver quién es. Aparentemente no hay nadie en el recibidor. Juraría que alguien intenta pasar desapercibido como un yonqui en una convención de metadona. El sonido de unos botines se aleja dejando gotas de sangre en el parqué.
            
Me coloco una toalla a modo de turbante. Al entrar en la cocina, dos detalles captan mi atención: una fregona apoyada en la pared y mi amiga Nuria con una fea herida en la mano. Su cara refleja miedo.
            
—¿Se puede saber qué carajo te ha ocurrido? —pregunto elevando la voz sin querer.
            
—Solo es un rasguño, Tina.
            
Después de realizar un vendaje más bien cutre, preparo una infusión de frutas del bosque para cada una.
            
—Atravesé el escaparate —relata Nuria— sintiéndome como un fantasma en un castillo encantado. La diferencia residía en que el Corte Inglés se encontraba abarrotado a esas horas. La gente contempló atónita libros cuyas páginas pasaban solas, colchones que se curvaban hacia abajo sin explicación, patatas fritas que eran masticadas ruidosamente por mandíbulas imposibles. Corrió la voz de un poltergeist haciendo de las suyas. Cundió el pánico.
            
—No me extraña —interrumpo el relato.
            
Recojo las tazas y regreso con un par de vasos de whisky.
            
—Un vigilante con sangre fría —prosigue Nuria— trató de detenerme mientras robaba un anillo. No hice caso y sacó su pistola. Abrió fuego.
            
En ese momento llaman al timbre y las dos damos un respingo.
            
—¿Quién? —pregunto por el telefonillo.
            
—Tu marido.

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