jueves, 26 de mayo de 2016

MAR ADENTRO
























Durante un viaje a Bilbao, una amiga me hizo una foto con Pedro de Andrés en las escaleras que conducen a las entrañas de un barco pesquero varado. Quién iba a decirme que aquel tipo tenía una imaginación de mil demonios capaz de impregnar de salitre las páginas de un libro. Pocas veces he leído una novela tan intensa como La balada de Brazodemar (ediciones Cívicas, 2015).

El Censor de Glastombide, una especie de guardián de la moral y las buenas costumbres cuya vida transcurre en un «equilibrio perfecto», se vuelve de la noche a la mañana un monigote en manos de una mujer llamada Avaniera. Sin saber cómo ni por qué, la pelirroja ejerce un control mental que lo obliga a complacer sus deseos. Pese a lo anómalo de la situación, ambos se sienten irremediablemente atraídos el uno por el otro. La tensión sexual es palpable. Esta metáfora del amor en su vertiente más posesiva acabará cuando el juez, como Robinson Crusoe, naufraga en una isla. Allí conoce el amor verdadero al lado de Nenue, una indígena de la tribu de los Almokiwiki.

Quizá pienses que no puede caber más amor en el corazón de un hombre, pero enrolado ya como marinero en el Aurora Errante tiene una relación más que amistosa con Gavlan, su capitán. Estas experiencias convierten a Brazodemar —nombre con que le bautiza Nenue— en un personaje que evoluciona de la moral más rígida a la mente más abierta.

Tal vez te estés preguntando ahora mismo cómo un juez, por arte de birlibirloque, se transforma en un experimentado marinero. Incluso en cazador de ballenas. Pedro de Andrés recurre a lo fantástico para solventar este escollo. Brazodemar posee un tatuaje que le proporciona toda clase de conocimientos náuticos. Esta mezcla de realidad y fantasía puede no gustar a todo el mundo, pero resulta tremendamente original.

Lo nuevo convive con lo antiguo en la admiración por Moby Dick, patente no solo cuando Brazodemar se embarca en un ballenero llamado El Azote, sino también cuando el libro rinde homenaje a este clásico de una forma que no puedo desvelar. Sin embargo, no deberíamos desdeñar la huella de Los viajes de Gulliver o La narración de Arthur Gordon Pym. De hecho, el lenguaje deliberadamente envejecido produce la sensación de una máquina del tiempo literaria.

La novela es el género al que aspira todo escritor, pero creo que nada supera a la sencillez y la concisión de un buen cuento. Pedro de Andrés lo sabe porque cultiva ambos géneros. Por eso, no le extrañará que este humilde lector llegue a sentirse abrumado por tanto personaje, a perder el hilo de la historia. Por momentos, se hace larga.

La balada de Brazodemar no aplaca a la horda de amas de casa insatisfechas ni falta que le hace. Conecta con nuestro espíritu aventurero, con el erotismo, con los orígenes del hombre. Espero que te agarres bien. La travesía va a comenzar.

jueves, 19 de mayo de 2016

PELUSILLAS EN CASA DEL LIBRO



En una ocasión, charlando con mi editora, le comenté con guasa alicantina que jamás invitaba a las presentaciones a amigos porque no quería perderlos. Se rio de mi ocurrencia. Sin embargo, es una cosa muy seria. No está la vida para ir derrochando amistades que algún día puedes necesitar para algo importante.

A Esther Planelles no la invité a la presentación en Casa del Libro, entre otras cosas porque es coautora de PELUSILLAS EN EL OMBLIGO. Aguantó estoicamente las dos horas que tardo en acicalarme y, a continuación, fuimos dando un paseo hasta la librería.





















Cuando entramos en la tienda del centro, el escritor Pepe Payá ya se encontraba allí. Tampoco lo había invitado a la presentación. Le había pedido que presentara el libro. Y accedió con la amabilidad que le caracteriza.

Un público pequeño pero matón había ocupado todas las sillas, de modo que decidimos proteger las nuestras de cualquier posible hurto sentándonos en ellas. Entonces se hizo el silencio y hubo que empezar. El gran dilema de aquella tarde no fue qué decir sino hablar con o sin micrófono. Por un lado, se oía perfectamente sin él. Por otro, el acto se desarrollaba en medio de una tienda abarrotada de gente a la búsqueda de novedades editoriales. Sólo faltaba que un empleado gritara a pleno pulmón: «¡Oído cocina, una novela de Lucía Etxeberría muy hecha y al punto de sal!».



















He de admitir que invité a gente por las redes sociales, pero casi nadie aseguró que vendría. Mucho mejor. Resultó una verdadera sorpresa hallar entre el público a Inma, compañera de senderismo que leyó dos veces Vareando nubes. También estuvo allí Rafa, un antiguo alumno. Y no me olvido de Vicente, el risueño compañero de Juan XXIII con el que todavía se puede charlar un buen rato.

Mediante el argumento de que escribir cansa mucho, conseguí que el personal leyera varios microrrelatos. Esther había preparado unos sobres con delicados dibujos y mi hija estaba loca por repartirlos.

A lo largo de estos meses de promoción, he podido comprobar el cariño de gente que ha dejado sus ocupaciones cotidianas para venir a una presentación. En especial, agradezco el apoyo de la gran familia de DASYC. Nos vemos en el próximo libro.

lunes, 9 de mayo de 2016

PRESENTACIÓN EN CASA DEL LIBRO



















Hace poco pasamos una tarde muy agradable en la Feria del Libro de Alicante. La librería Casa del Libro nos invita de nuevo —debemos haberle caído bien— a hablar de PELUSILLAS EN EL OMBLIGO. Contaremos con un presentador de lujo. Se trata del escritor y amigo José Payá Beltrán. Un buen plan para un sábado de pelusilleo.










lunes, 2 de mayo de 2016

EL PELO


















Instintivamente, le arreglé el nudo de la corbata. Entonces advertí un pelo rubio prendido en la comisura de sus labios. Aquel rizo tan suave tenía todos los visos de ser un pelo púbico.
            
Durante el funeral, observé a todas las mujeres con ojo clínico. En mi obsesión por hallar a la propietaria del pelo, interrogué a muchas rubias de esta guisa: «Perdona, bonita… ¿natural o de bote?». Trastornada por la supuesta infidelidad, llevé a un joven al cuarto trastero y prácticamente lo violé. Solo al dejar atrás escobas y cubos, me di cuenta. Era rubio como la cerveza.

Incluido en la antología Afrodita y Eros III.

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