martes, 29 de agosto de 2017

CINCUENTA SOMBRAS DE ENRIQUE



















Seré absolutamente sincero. Me da igual que Bunbury cumpla cincuenta años este agosto. Lo que realmente pone los pelos de punta es que el tiempo pasa para todos. Sea por susto o por devoción, muchos han aprovechado para rendir un homenaje al músico.

Respirad tranquilos. No haré una lista de las cincuenta canciones que me han llegado al alma. Ni siquiera trataré de buscar una explicación a las intrincadas letras del artista, algo más asequibles desde que abandonó Héroes del Silencio. Creo que la razón por la que sigo a Bunbury desde los trece años continúa siendo un misterio que no pretendo resolver.

Quizá me hechizara —no solo a mí, sino a toda una generación— su peculiar forma de interpretar las canciones, algo que despertó la burla de cierto compañero de colegio que tenía un grupo. Puedes amar u odiar esa manera engolada de cantar propia de Enrique, pero no deja indiferente a nadie.

Mucho antes de que Héroes del Silencio se convirtiera en una leyenda con problemas de ego, tocaron en Guardamar del Segura. Era el 19 de julio de 1991. No tenía dinero para comprar una entrada, de modo que escuché todo el concierto desde la terraza de mi casa. Mi novia de aquella época aguantó el triste espectáculo de oírme cantar.

La primera vez que asistí en persona a un concierto de Bunbury acababa de embarcarme en el negocio de montar una academia. Era el 10 de marzo del 2000. Presentaba su disco «Pequeño» en el Paraninfo de la Universidad de San Vicente. Canciones como «El extranjero», «Sólo si me perdonas» o «Infinito» fueron una reválida para el maño, que empezó a quitarse de encima la alargada sombra de Héroes del Silencio.

Un par de años después, tuve la oportunidad de verlo de nuevo en el desaparecido recinto Campoamor (actualmente ocupado por el ADDA). Era el cumpleaños de mi mujer y el inicio de las Hogueras de Alicante. Presentaba el álbum «Flamingos», donde expiaba su fracaso matrimonial con la periodista Nona Rubio con canciones tan hermosas como «… Y al final».

Reconozco que ha habido otros conciertos, pero no quiero cansar a mis lectores. Además, las primeras veces siempre se recuerdan con un cariño especial. Bunbury se ha convertido, disco a disco, en un miembro más de mi familia. Me refiero a la familia elegida por nosotros, la que agrupa a referentes culturales que hacen más soportable la vida con frases como esta: «De pequeño me enseñaron a querer ser mayor, de mayor quiero aprender a ser pequeño».

Soy un fan algo pasota. Nunca haría cola para conseguir un autógrafo ni para conocerlo en persona. Me da miedo perder al único amigo que me ha durado treinta años.



domingo, 20 de agosto de 2017

LA TIMIDEZ

   
Dos minutos después de saber que su vecina estaba en la azotea a punto de saltar, le declaró su amor.
     Armando la había conocido cuando se mudó al piso de la calle Velázquez, el cuarto derecha. Ella vivía también sola en el cuarto izquierda, si exceptuamos la compañía de su perro. Coincidieron en la puerta: él entraba con una maleta, ella sacaba a pasear al animal. «Poca cosa traes, espero que seas un poco más sociable que el anterior», dijo con una leve sonrisa. Él se encogió de hombros.
     Pasaron varias semanas hasta que ocurrió el siguiente encuentro, de nuevo en el rellano de la escalera. Esta vez ambos salían, de buena mañana, a sus respectivos empleos. Laura estaba impecable con su traje azul marino de pantalón y chaqueta. Debajo de esta, una blusa blanca con un par de botones estratégicamente desabrochados. Y, por supuesto, tacones. El hombre no iba tan elegante. De hecho, su única prenda de vestir consistía en un mono que portaba el logotipo de alguna compañía eléctrica. Se saludaron con los tópicos habituales. Ella dijo con descaro: «A ese mono le falta el color naranja para ser de preso». Él se puso rojo como un tomate. Luego desapareció escaleras abajo.
     Al cabo de un mes, Laura había agotado su arsenal de trucos para atraer al vecino: le había pedido azúcar, sal, vinagre, harina, huevos, un bolígrafo, un secador, el móvil para llamar porque el suyo se había quedado sin batería y hasta una manta porque la calefacción no funcionaba. Mentira. Ella estaba más caliente que el desierto de Mojave. Nadie la había atraído tanto desde el instituto.
     Se cumplió un trimestre desde que Armando y Laura vivían puerta con puerta. Él se lo había tomado con humor al principio. Luego ella empezó a seguirlo al trabajo, al restaurante donde comía habitualmente, al cine. El colmo fue descubrir por la portera que iba diciendo por ahí que eran novios. Tuvo unas palabras con la mujer.
     Creyó que se había librado de ella, pues desde la conversación llevaba un tiempo esquivándolo. Armando subía los peldaños de dos en dos, silbando una cancioncilla, cuando vio aquella nota en su puerta. No bien hubo leído lo que ponía, se la guardó en el bolsillo arrugándola con violencia.
     En la azotea estaba Laura con una sonrisa miserable de triunfo, nada apropiada para una suicida. Él hincó la rodilla en el suelo, tomó una mano entre las suyas y le dijo que era la mujer de su vida. También reconoció que la había estado evitando porque acababa de salir del trullo por intentar asesinar a su pareja.



Cuento escrito en el taller literario de la biblioteca Carolinas de Alicante. Ejercicio 3: Empezar por el final

domingo, 13 de agosto de 2017

MOCIÓN DE CENSURA

















El líder del partido fucsia anunció, en rueda de prensa, que iba a presentar una moción de censura contra el calor. Las reacciones no se hicieron esperar: portavoces de los demás partidos proclamaron que aquello era una solemne memez. Sin embargo, acordaron debatir la propuesta en el Congreso de los Diputados. Desde el gobierno, criticaron al partido fucsia por no ofrecer una alternativa al calor seria. Desde la oposición, votaron en contra de la moción de censura porque, huelga decirlo, el calor es una tortura estacional que atrae turismo a mansalva. Los fucsias y grupos independentistas presentaron el botijo, la bicicleta y el cine de verano como solución a las altas temperaturas. Este último, en catalán y subtitulado en español. Si aún no se ha quedado helado con las noticias, la factura de la luz en septiembre obrará el milagro.

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