viernes, 14 de febrero de 2014

ALEVOSÍA




     Va a ser una noche muy larga, cariño, mientras tú no piensas ni un solo momento en mí. Yo intentaré no pensar demasiado en ti. Voy a distraer mi cerebro de toda esa bazofia que vomitan los telediarios y que me mantiene alerta, en tensión. 
     Lo tengo todo medido.
     Para empezar, acumularé víveres en la mesa del salón: un termo con café bien cargado para conjurar al sueño, una tableta de chocolate para la frustración, las uñas para el desasosiego. No hará ni dos horas que te marchaste y sólo me quedan los muñones.
     En una noche como ésta no debe faltar un compañero fiel de los ancianos y los niños: el orinal. Evita los intermedios innecesarios. Instantes que pueden aprovechar los ojos para fijarse en tu cama vacía. La nostalgia de tu niñez me invadiría; el temor a que te roben, a que te peguen, a que te den un navajazo.
     Otro aliado es un colirio que borre de la mirada las horas y horas de frenesí danzante junto a la ventana; tú también lo necesitarás en cuanto aparques la moto, te quites el casco y entres en el portal. Es la clave si quieres superar con éxito el escáner de la abuela. Ya sabes que los domingos comemos en su casa y es el ojo de Dios. A la mínima señal de resaca, procede a ahogarnos en té de ortigas. Para colmo, nos obliga a escuchar una grabación de Monseñor Escrivá de Balaguer. 
     Tu madre siempre tuvo una capacidad increíble para el sueño. Y yo, para inventar pesadillas. Por eso, ella duerme a pierna suelta y yo no. Con un ojo en la ventana y otro en mi afición, presiono las teclas que proporcionan felicidad sin límites. Me dejo hipnotizar por un relato que no llega jamás al clímax. Sus personajes tienen gancho, su trama es absorbente, su veracidad roza lo inaudito. 
     A veces me gustaría ser un padre normal, un padre que pasa de las salidas de su hija. Quizás exagero un poco con lo del generador de emergencia. Sería una pesadilla quedarse a oscuras lleno de oscuros pensamientos. Esos amigotes tuyos adeptos al viejo conde, afiliados a un velatorio eterno, enemigos del color me torturarían hasta el amanecer. Si Bécquer levantara la cabeza, comprendería mis desvelos: los poetas que adora la gente joven se parecen a Marilyn Manson.
     Te escribo esta carta, hija, para que cuando regreses al alba de tus correrías nocturnas me dejes un ratito más. No es que no te quiera, ni mucho menos, pero tendrás que perdonarme por no echarte la bronca: es que estoy mortalmente enganchado a tu consola.


Este relato, que ahora os presento con leves cambios, apareció en la revista Tirano Banderas en 2010.

10 comentarios:

  1. La primera vez que lo leí pensé que era fruto de uno de esos delirios que sufrís los artistas. La segunda, que es uno de esos destellos proféticos que sufren los padres. La suerte está echada.

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    1. Efectivamente, hasta los malos rollos de la edad se pueden conjurar con un poco de locura.

      Un abrazo.

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  2. ¡¡Sorprendente!! hasta el último momento he estado con el alma en vilo y al final... la gran sonrisa ante el desborde de un aspecto de lo cotidiano.
    Muy bien llevado el relato: atrapa al lector.
    Un beso.

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    1. Pues me alegra que el cuento te haya divertido; no sé si pondré en práctica la idea llegado el momento... prefiero irme también de marcha.

      Un abrazo.

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  3. Sí, sorprendente, lleno de suspense y con un final que te arranca una sonrisa, que nunca viene mal.
    Es lo que tienen las consolas.

    Un abrazo.

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    1. Escribir tiene algo de videojuego, por lo absorbente que es. Se diferencia en que las reglas las pones tú, no vienen dadas.

      Un abrazo.

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  4. Jose, que sepas que desde que este inicialmente inquietante relato me sacó la primera sonrisa al terminarlo de leer hasta el día de hoy que nos lo muestras algo retocado sigo siendo tan torpe con la consola ja, ja,ja.

    Respecto a los leves cambios me gustaría saber porqué los has hecho. Te diré que yo daré mil vueltas a cualquier micro que tenga por ahí guardado para presentarlo a algún otro concurso, pero los que fueron seleccionados-en abogados, por ejemplo-y los que están publicados en algún libro yo no los vuelvo a tocar.

    Un abrazo.

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    1. Yo tampoco he mejorado mucho con la consola desde que lo escribí. Sin embargo, mi hijo sigue evolucionando (ahora los niños no crecen, evolucionan).
      Sobre lo que preguntas, el cuento pasó por un concurso y por eso decidí darle un lavado de cara. Opino que los cuentos nunca están terminados del todo, aunque estén publicados. Les damos el visto bueno porque hay que dárselo en algún momento. No suelo sentirme satisfecho, esa es la verdad.

      Un abrazo.

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  5. A mí también me has sacado una sonrisa. Intrigada, ya me esperaba un desgraciado final. Has conseguido darle la vuelta y sorprenderme. Y eso me gusta.

    Un abrazo.

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    1. Me alegro. No es fácil. No siempre se consigue. Ni te figuras la de historias inverosímiles y patateras que hay detrás de un cuento mínimamente satisfactorio.

      Un abrazo.

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